miércoles, 6 de febrero de 2013

Una respuesta popular para un fin de ciclo histórico


Lo peor de lo que vamos sabiendo del caso PP es que tiene toda la pinta de ser sólo una parte (importantísima y de una gravedad colosal) de la podredumbre que ha dirigido nuestro aparato político-económico hasta aquí. No es sólo un asunto de indecencia ética, que también, sino sobre todo es la explicación de cómo la corrupción ha engrasado nuestro modelo de país. Lo que tenemos en el cuaderno de Bárcenas es a empresas, fundamentalmente constructoras, financiando ilegalmente al Partido Popular y a éste usando esa financiación ilegal no sólo para adulterar la democracia (como el deportista dopado adultera la competición) sino para pagar sobresueldos en dinero negro a toda la dirección nacional.
Por decirlo en plata, una de las dos patas políticas (el PP) del bipartidismo tenía a su cúpula comprada, sobre todo, por las constructoras. A partir de ahí cabe entender cientos y cientos de obras inasumiblemente caras y sobre todo el fomento de la especulación inmobiliaria como motor único de la economía del país(recordemos que fue el PP de los sobres el que en 1997 aprobó una Ley de Suelo que terminó de alimentar la burbuja inmobiliaria hasta su explosión).
Así las cosas la política económica que nos trajo a la crisis no fue un error de cálculo, sino un saqueo que deja en inocente aquella instalación masiva de telefonillos pactada en una cacería que retrataba La escopeta nacional. No es que pensaran que el boom inmobiliario fuera bueno para la economía española y se equivocaran, sino que se formó una amalgama de intereses económicos en la que la corrupción jugaba un papel estructural: el de poner la política al servicio del saqueo del país hasta que reventara mientras el precio de la vivienda subía y subía y millones de personas no tenían dónde vivir pero veían a nuestros gobernantes presumiendo de que estábamos en la Champions League de la economía.
La extrema gravedad de la situación se debe a que no cabe pensar que en los papeles de Bárcenas esté todo lo que ha pasado en este país en estos años. Ni siquiera en el PP: los pagos que registra el cuaderno parecen ser sólo a dirigentes nacionales, mientras hemos visto que la trama Gürtel se desplegaba  por el PP madrileño y valenciano. En los papeles de Bárcenas no aparecen dirigentes autonómicos como Jaume Matas, por poner el ejemplo más evidente. Y cualquier paseo por cualquier provincia española permite ver aeropuertos inútiles, M-30s ruinosas, estaciones de AVE oportunamente ubicadas en terrenos inhabitados propiedad de cuñados, campos de golf ilegales, rascacielos injustificables, ciudades de la cultura o de lo que fuera menester, candidaturas olímpicas, macroeventos…que sólo pueden explicarse mediante una enajenación mental colectiva o más bien mediante una coalición de intereses entre la oligarquía económica y las élites políticas cooptadas en los distintos ámbitos territoriales del Estado: ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas y Estado central.
Además esa corrupción estructural no se detiene en las instituciones controladas por determinados partidos políticos. Junto a la podredumbre de la Casa Real o el sostenimiento de Dívar en el Tribunal Supremo mucho más allá de lo razonable, hay algunos datos que pasan por anecdóticos pero que esconden la gravedad de la extensión de la podredumbre.
Que los papeles de Bárcenas incluyan la financiación de Libertad Digital no es una novedad ni siquiera en el nombre: ya en el sumario del caso Palma Arena apareció un medio local, llamado Libertad Balear, pagado por la trama de Jaume Matas. Dado el evidente seguidismo del PP en el kiosko, las tertulias, la TDT,… que el PP financiara ilegalmente sólo a uno lleva necesariamente a una disyuntiva: o los repartidores de sobres eran idiotas (por gastarse el dinero en un medio innecesario dada la generalización del apoyo patéticamente entusiasta de la mayoría de medios) o los sobres a este medio en concreto son sólo una de las formas en las que se incorpora el tejido mediático a la coalición de intereses para el saqueo del país.  Ya fuera mediante concesión de licencias, contratos en canales públicos, puertas giratorias (cuántos directores de medios van a o vienen de determinados gabinetes de comunicación) o finalmente mediante el sobre, la indisimulada servidumbre mediática sólo es comprensible mediante la incorporación de una élite periodística al tinglado.
La podredumbre no es, pues, sólo una desagradable acumulación casual de manzanas podridas, sino que es el esqueleto de un modelo político y económico engrasado mediante la corrupción y en el que la anomalía son las piezas de resistencia honesta. Cabe recordar figuras heroicas como Manuel Fuentes, el alcalde de Seseña que quiso pararle los pies al Pocero y vio a Zaplana desde el Gobierno central, a Bono desde el Gobierno castellano-manchego y a un juzgado que reiteraba fianzas impagables al alcalde decente, junto con el apoyo de medios digitales comprados por el Pocero (y finalmente la asesoría de comunicación al Pocero del infame Alfredo Urdaci) que perseguían al alcalde honrado y asfixiaban al ayuntamiento de Seseña. Fue un perfecto ejemplo de cómo se orquesta la coalición de intereses contra las manzanas sanas.
La situación actual es la inmediatamente previa a una demolición de régimen ya imparable (si no ya iniciada con la reforma del artículo 135 de la Constitución). Y ante eso sólo cabe recordar el aprendizaje de tantas lecciones como nos ha dado la Historia:en ningún sitio está escrito que la demolición vaya a traernos algo mejor. Demoliciones como ésta trajeron fascismos hace décadas, y Berlusconis más recientemente; pero también permitieron el advenimiento de las alternativas democráticas y sociales que hay hoy en América Latina.
Salvador Allende nos dejó dicho que la Historia es nuestra y la hacen los pueblos y esa lección debe ser nuestra guía hoy. Esa es nuestra responsabilidad como pueblo y como actores políticos y sociales: estar a la altura de la Historia y hacer Historia. Si no la hacemos, nos la harán.
Desde que empezó la crisis y la respuesta antisocial desde el poder a la misma se ha ido conformando una pluralidad de tejidos de diversos tipos: desde instrumentos de propuesta y organización como las Mesas de Convergencia o el Frente Cívico a movimientos más difusos, mareas por la defensa de cada uno de los espacios que nos quieren saquear, convocatorias concretas, huelgas, protestas… envuelto todo en ese nuevo clima llamado 15M. Mientras, sigue habiendo miles de personas que no han participado en el saqueo al país organizadas en fuerzas políticas y sindicales y que casi siempre participan también en todo ese tejido de movimientos y mareas.
Existen mimbres cada vez más sólidos para tejer una respuesta: lo único que no tenemos es mucho tiempo. La situación de demolición urge a ser máximamente audaces, a no esperar a ver qué paisaje emerge de forma natural tras la caída del actual edificio: si esperamos serán otros quienes diseñen el edificio, quienes nos impongan un Monti, quienes ideen un fascismo del siglo XXI.
Cabe, cómo no, cierta autocrítica por haber llegado hasta aquí sin haber tejido una respuesta democrática a una crisis que, pese a estar en una fase tan aguda, lleva en marcha mucho tiempo ya. Habrá tiempo para esa autocrítica que venga desde quienes no se tomaron en serio las propuestas de refundar la izquierda hasta quienes recelaron de todo el que viniera luchando por más justicia y democracia desde antes del estallido social. Sea como fuera, esa no es la tarea urgente.
Lo prioritario hoy es ponernos en situación de construir sobre la ruina un edificio popular, democrático, social, cuyos arquitectos no sean los repartidores de sobres sino el pueblo mediante instrumentos democráticos organizados y muy compartidos. Construir ese edificio es lo que desde diversos ámbitos sociales, académicos y políticos se ha venido en reclamar mediante la propuesta de un proceso constituyente. Antes podía ser un deseo más o menos atrevido; hoy no, hoy es una tarea inaplazable ante la evidencia de la demolición y de que o constituimos o constituirá la misma oligarquía político-económica que nos ha saqueado.
La gran tarea histórica a la que necesariamente nos enfrentamos carece de un actor único capaz de ponerla en marcha incluso en el dudoso caso de que fuera positivo que hubiera tal único actor: los actores clásicos (organizaciones políticas y sindicales no cómplices) no tienen la fuerza necesaria (y en ocasiones tampoco las ganas) para enfrentar en solitario el reto histórico; y los movimientos emergentes, con toda la eficacia y lucidez mostrada en poco tiempo tampoco tienen la entidad necesaria para construir el país democrático y social que necesitamos. El tejido de respuesta articulado en los últimos meses es muy importante pero su grado de dispersión imposibilita la acción constructiva sin atreverse a crecer organizativamente: cada vez es más eficaz para la acción reactiva, pero ante la demolición eso no basta.
Por eso hoy urge la generosidad por todas las partes y la audacia para encontrarnos en un frente común las diversas fuerzas políticas y sociales, los diversos movimientos, el múltiple tejido popular que se ha ido articulando frente al saqueo y que desde ese frente común se articule una respuesta coordinada en todos los ámbitos (en la calle, en las instituciones, en los centros de trabajo, en los centros de estudio, en los hospitales, en los juzgados, en los medios de comunicación, en las redes sociales, en…) no sólo para detener el saqueo sino para generar un poder constituyente: un poder constituyente que constituya.
Ese frente democrático es una urgencia para nuestro pueblo salvo que pensemos que la crisis que estamos viviendo es una crisis ordinaria tras la cual todo volverá a ser más o menos como antes. Poca gente habrá que sostenga que el modelo político-económico actual es sólido, que lo que toca es mejorarlo, conseguir su cara más amable. Todos los pactos de los que venimos (desde el pacto fordista al pacto de la Transición) están rotos: estamos en una situación de colosal enfrentamiento entre saqueadores y pueblo. O nos organizamos mucho mejor como pueblo aprovechando lo que ya tenemos pero trascendiéndolo en nuevas formas a la altura de la crisis histórica o nos arrollarán los saqueadores y lo pagaremos todos durante décadas.
El autor es miembro del Consejo Político Federal de Izquierda Unida
Fuente: http://www.lamarea.com/2013/02/04/una-respuesta-popular-para-un-fin-de-ciclo-historico/
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